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Centrándonos en las separaciones y divorcios, hay que resaltar que cuando la gente pasa por el altar, el Código Civil permite elegir la regulación económica por la que se regirá el matrimonio. Las dos formas más comunes son la separación de bienes y los bienes gananciales. La opción más elegida son los bienes gananciales. Esto se debe porque es el régimen que se aplica por defecto. Ya sea por elección o por defecto, cuando hay amor no existirá ningún problema. En cambio, en caso de divorcio o separación, el régimen de bienes gananciales puede dar algún que otro quebradero de cabeza.
A continuación, os vamos a exponer las principales diferencias entre ambos sistemas. De esta forma, podrás elegir la opción que desees evitando así problemas en un futuro.
Bienes gananciales
Existen dos patrimonios. Por un lado, el patrimonio privativo de cada cónyuge. Es el que se posee antes de la boda, por lo que conservarán su autonomía (“lo mío es mío y lo tuyo es tuyo). Por otro, el patrimonio ganancial que es el que se consigue tras casarse.
En caso de divorcio, el patrimonio se dividirá en dos mitades equitativas sin importar si uno gana más que el otro o si uno ha aportado más dinero que otro. En este caso, quien sale ganando es la pareja que menos gana. Asimismo, con los bienes gananciales se evitan problemas en caso de hijos y herencias.
La parte negativa, porque no todo va a ser bonito, es que ambas partes asumen el riesgo en caso de mala gestión económica (deudas, bancarrota…).
Separación de bienes
La separación de bienes puede evitar algún que otro problema en caso de separación. Ya sea por desconocimiento, porque el amor es muy intenso o porque pedir a tu pareja la separación de bienes antes de la boda no sea la forma más “correcta” de comenzar una vida conjunta, sigue siendo la opción menos demanda.
Este régimen se resume diciendo que cada pareja conservará en todo momento su propio patrimonio, tanto antes como después de casarse. Por tanto, existen dos patrimonios totalmente independientes. Precisamente, por ello, se piensa que es una forma poco romántica y egoísta a la hora de iniciar el matrimonio.
La principal ventaja es que cada pareja tendrá control absoluto sobre su patrimonio personal. Por ejemplo, en caso de una mala gestión económica, la responsabilidad frente a esas deudas, será personal, lo que significa que no afectará en ningún momento a la otra pareja.
Destacar también que en caso de divorcio no existirá ningún problema o quebradero de cabeza. Al haber separación de bienes, cada uno se queda con lo suyo. Eso sí, también tendrá sus desventajas, sobre todo en caso de que uno de los cónyuges gane menos o que el matrimonio haya tenido hijos.
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